Por Jorge Mata
Hay obras que no sabés si te gustan o te inquietan. Y ahí está el punto. Las piezas de ÑoKo no están hechas para colgarse y olvidarse: tienen algo que te persigue, aunque no sepás explicarlo. Un loro hiperrealista con la cabeza manchada de rojo. Una mano humana que lo transforma sin que sepamos por qué. Esa mezcla entre ternura y tensión es su lenguaje, y desde San José empieza a llamar la atención sin hacer ruido.

“Me crié rodeado de animales”, nos cuenta ÑoKo. “Perros, gatos, pájaros… si visitaba a una tía, era a ella y a los primos peludos.” No lo dice desde el cliché, sino desde la memoria real. Lo natural —más que un tema— es parte de su historia. Por eso en sus obras no hay personas, sino seres vivos que han estado siempre cerca, aunque muchas veces no los veamos. “Me siento muy cercano a ellos, pero también siento que no sé nada. Esa mezcla me impulsa a pintarlos.”

En cada cuadro hay una tensión. Los animales aparecen intervenidos: con brochazos, manchas, trazos ajenos. No están libres, pero tampoco están vencidos. Le preguntamos si lo que le conmueve es lo que representan o lo que son, y no dudó: “Me conmueve más el animal porque está vivo. Sus experiencias son las que inspiran mis creaciones, no la manera en que yo las expreso.” ÑoKo pinta desde el respeto, no desde la apropiación.

Su proceso de creación es más intuitivo que técnico, aunque la técnica esté muy presente. Arranca con una emoción, una imagen o incluso un recuerdo suelto. A partir de ahí, la obra toma forma. No se trata de pintar bonito, sino de decir algo sin decirlo todo. “Lo que quiero es que la gente lo vea y sienta algo. Aunque no entiendan exactamente qué.” Y lo logra: sus cuadros no explican, pero interpelan.

ÑoKo es parte de esa ola de artistas jóvenes que están explorando lo contemporáneo desde otras sensibilidades. No le interesa complacer ni explicarse demasiado. Prefiere que su obra circule, conecte, genere conversaciones. Por ahora, su galería está en Instagram, y vale la pena seguirla de cerca. Porque mientras algunos artistas gritan, ÑoKo susurra. Y lo que dice, se queda.
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